jueves, 7 de octubre de 2010

Cómo única rutina, mirar por la ventana

Al ritmo de "Chelsea Hotel No. 2" de Leonard Cohen, me dispongo a volver a escribir sobre lo que ocurre aquí, a mi alrededor, que es el alrededor de muchos otros.

Sentirse o no Erasmus, no es algo obligatorio y ni siquiera sé si es lo que sienten los demás. Me baso en la opinión de un buen amigo que tuvo la suerte de vivir todo esto hace un año, por tierras del canal de Copenhague, y que ha sabido explicarme el sentimiento con sus palabras de chico de pueblo antes,chico internacional ahora.

El viernes día 10 de septiembre, por la noche, quedamos Juan Carlos, Patricia, Adrián y yo para asistir a la que sería la antesala de las fiestas aquí. Adrián había quedado con un grupo de gente, que ya nos esperaba para ir todos juntos.
Cuando conseguimos estar todos y al estar a punto de partir, nos echamos una foto.
Es extraño, cuando nos juntamos para posar, la mayoría no sabía quién era el que tenía a su lado, pero esa foto actuaría de enlace. Al inmortalizar el encuentro, podrán pasar años y circunstancias, noticias y desenlaces, pero esa foto seguirá ahí y los que estábamos allí también lo estaremos.

A continuación nos dirigimos al sótano del infierno (como bien llamaríamos al lugar en sí). Hacía un calor horrible, pero estábamos contentos y animados del circo que podría venir a continuación, con tanta gente de otros sitios y yo particularmente sin controlar ni alemán ni inglés y si me apuras, tampoco el español, o así me sentía justo antes de entrar. Pero todo cambió al poco tiempo, bastaron un par de cervezas semicalientes y un par de vasos de vodka con zumo de naranja (como el Dick Hickock de "A sangre fría") también calientes, para dar una vuelta de tuerca a todo el asunto. De pronto controlaba el inglés (si mi madre me hubiese visto se habría sentido orgullosa, bueno quizás, no). Empecé a hablar con la gente como si nada, franceses, finlandeses, croatas, serbias, portuguesas...Claro está las conversaciones se basaban en cosas que ya no recuerdo. Aquí me pasa todo el tiempo, al día siguiente no consigo acordarme de muchas cosas de la noche anterior, y creo que es por tener tantas que recordar.

Tras esta fiesta, nos fuimos a "kottulinsky", un local del que no sé si he hablado antes, pero que sería, hasta ahora por lo menos, el fin de todas nuestras andanzas nocturnas.
Allí no recuerdo quienes estábamos concretamente, pero si recuerdo a unos cuántos, algunos de los cuáles, compartirían conmigo el sábado noche (al día siguiente) más aburrido de nuestro primer mes. Esto es así, si hablamos de fiesta como tal, pero la cosa cambia cuando hablo de confianza y novedosa buena compañía, ya que en cuanto a esto, ése fue uno de los sábados más productivos de mis últimos años.

Estando Lourdes y yo, el sábado día 11 de septiembre en Hauptplatz (una de las plazas más importantes y bonitas de Graz) esperando a Juan Carlos, Patricia, Ángel y Sara (nosotros partimos antes, por tener bici), llegaron Iker, Amaia, Hugo, Pablo, Jaime y Vicky. Aunque como ya he dicho nos habíamos conocido la noche anterior, no sería hasta ésta cuando seríamos conscientes de lo a gusto que estábamos juntos.
Nos fuímos a un bar irlandés para ver un partido de fútbol y después compramos cervezas para asistir a la fiesta de no se quién (aquí funciona así) en la residencia de Lourdes y Sara. Al llegar nos encontramos con que la fiesta había acabado o quizás estaba en su momento cumbre, pero con 5 personas, eso ya nunca lo sabremos. La cuestión es que nos subimos al top (en las residencias de la OEADS, llaman así a las habitaciones) de Lourdes y Sara para tomarnos las cervezas que habíamos comprado. Y allí cansados de todo el día, nos sumimos en un letargo de cerveza, frío y risas (una detrás de otra) de un grupo de desconocidos que jugaban a fingir que querían irse de fiesta (sin poder hacerlo, al estilo de " El ángel exterminador" de Buñuel) en vez de quedarse unos acompañados de otros contándose todo lo que les salía por la boca...
Fué sencillo, incluso entrañable diría yo. Allí en aquella terraza con unas mantas echadas y los unos pegados a los otros, recordé uno de los pensamientos que me habían perseguido durante todo el verano, antes de llegar aquí. Era el de, qué estarán haciendo ahora mismo las personas a las que voy a conocer, de dónde serán y quiénes serán, pues de ésto estaba empezando a ser consciente esa noche, como la lluvia que va cayendo poco a poco, de la que no te das cuenta hasta que ya te has empapado.

Tras decidir que ya era hora de irse, nos dispusimos a marcharnos, cada uno para su residencia, siguiendo el mismo camino, puesto que varias de ellas, están muy cerca.

Y así dormimos esa noche, con la esperanza de que algo se estaba formando, de que todo comenzaba a tener sentido y de que quizás serían éstos los amigos, que llevábamos tiempo esperando.

1 comentario:

  1. La entrada que más me ha gustado por ahora! Te sigo con ansia para ver cuando me toca mi turno! Que creo que ya esta cerca.. aunque a este paso, y con la cantidad de cosas que pasan aquí cada día, creo que vas a tener trabajo para varios años!
    unabrazo!

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