jueves, 14 de octubre de 2010

Deep Blue. Arcade Fire (Escúchela mientras lea)


Cada vez me resulta más complicado escribir esto. Debe ser porque las cosas dejan de parecer, y empiezan a ser. Algunas se pueden tocar con las manos y otras sencillamente se muestran tal y cómo son a tu alrededor.

Ahora esto ya es otra vida, ya parece que estamos instalados, ya no todo es bueno, ni tampoco todo es malo. Ahora de pronto todo es real.

Antes de sentirme así, me he sentido de otras formas, algunas las podré explicar a continuación, otras ya las he olvidado.

A partir de ese fin de semana de encuentros fructíferos (sólo es una manera distante de llamarlos), empezó a hacer el buen tiempo. Debía ser, porque empezábamos a estar bien y conocíamos a mucha más gente, empezábamos a estar a gusto de verdad.
Y todos estos sentimientos dieron como consecuencia una barbacoa, y después otra…
Ya no las distingo, las dos fueron genialmente improvisadas, no sin la ayuda de un generoso y buen cocinero y de unos organizadores y anfitriones excelentes.
Gracias Pablo, Iker, Borja S., Johannes, Hugo y Amaia.
Hizo sol, mucho sol, por fin podíamos sacar nuestras Ray-Ban de snobs adolescentes y nuestras bermudas, por fin podíamos inventarnos que era verano en Graz, por fin podíamos muchas más cosas...
Bebimos cerveza y Sturm (una especie de vino agrio, muy típico de aquí) y salchichas por doquier. Esa primera barbacoa perteneció a la semana más “destroyed” de aquí (si se me permite el término), salimos todos los días. Le teníamos muchas ganas a la noche austriaca, muchas ganas a las charlas que acompañan el alcohol y el tabaco, muchas ganas de conocernos de forma desinhibida, sin nada que esconder, sólo con ganas de divertirnos, literalmente.
Durante las noches fuimos a Kottulinski, como siempre (digamos que ya se puede acuñar este término), también salimos por otros sitios, incluso descubrimos un par de canciones que nos definirán este año, serán nuestras canciones. Ahora nos reímos cuando las escuchamos, pero ¿qué pasará cuando todo esto acabe? Las escucharemos desde la distancia, desde otro lugar aún no inventado, lo construiremos entre todos este año.
Creo que no es el momento de decir el título de las canciones, no, estoy seguro de que aún no es el momento.

Empezaban a llegar nuevos Erasmus, y aunque parezca complicado hablar de la distancia que nos unía entre los que ya estábamos y los nuevos que llegaban, no lo es.
Al final de todo esto, no habrá 3 semanas de diferencia en ninguna cosa, ya no existirá el tiempo.

Es imposible enumerar los nombres de todos los que estábamos (no me gustaría que se me olvidara alguno), pero sí sé que estábamos genial.

Los días pasaban, las clases de alemán en la universidad avanzaban y no parábamos de seguir haciendo papeles que nos hicieran existir en Graz, bancos, confirmaciones de llegada…
La segunda barbacoa coincidió con el fin del curso intensivo y su correspondiente examen que todos aprobamos (el mío en particular, casi una entrevista personal, de la que salí airoso (gracias Patricia a ti también)).

 Éste día sería el 24 de septiembre. Ya hacía 21 días que había llegado, ya hacía 21 días que formaba parte de esta ciudad en particular y de todo esto en general.

jueves, 7 de octubre de 2010

Cómo única rutina, mirar por la ventana

Al ritmo de "Chelsea Hotel No. 2" de Leonard Cohen, me dispongo a volver a escribir sobre lo que ocurre aquí, a mi alrededor, que es el alrededor de muchos otros.

Sentirse o no Erasmus, no es algo obligatorio y ni siquiera sé si es lo que sienten los demás. Me baso en la opinión de un buen amigo que tuvo la suerte de vivir todo esto hace un año, por tierras del canal de Copenhague, y que ha sabido explicarme el sentimiento con sus palabras de chico de pueblo antes,chico internacional ahora.

El viernes día 10 de septiembre, por la noche, quedamos Juan Carlos, Patricia, Adrián y yo para asistir a la que sería la antesala de las fiestas aquí. Adrián había quedado con un grupo de gente, que ya nos esperaba para ir todos juntos.
Cuando conseguimos estar todos y al estar a punto de partir, nos echamos una foto.
Es extraño, cuando nos juntamos para posar, la mayoría no sabía quién era el que tenía a su lado, pero esa foto actuaría de enlace. Al inmortalizar el encuentro, podrán pasar años y circunstancias, noticias y desenlaces, pero esa foto seguirá ahí y los que estábamos allí también lo estaremos.

A continuación nos dirigimos al sótano del infierno (como bien llamaríamos al lugar en sí). Hacía un calor horrible, pero estábamos contentos y animados del circo que podría venir a continuación, con tanta gente de otros sitios y yo particularmente sin controlar ni alemán ni inglés y si me apuras, tampoco el español, o así me sentía justo antes de entrar. Pero todo cambió al poco tiempo, bastaron un par de cervezas semicalientes y un par de vasos de vodka con zumo de naranja (como el Dick Hickock de "A sangre fría") también calientes, para dar una vuelta de tuerca a todo el asunto. De pronto controlaba el inglés (si mi madre me hubiese visto se habría sentido orgullosa, bueno quizás, no). Empecé a hablar con la gente como si nada, franceses, finlandeses, croatas, serbias, portuguesas...Claro está las conversaciones se basaban en cosas que ya no recuerdo. Aquí me pasa todo el tiempo, al día siguiente no consigo acordarme de muchas cosas de la noche anterior, y creo que es por tener tantas que recordar.

Tras esta fiesta, nos fuimos a "kottulinsky", un local del que no sé si he hablado antes, pero que sería, hasta ahora por lo menos, el fin de todas nuestras andanzas nocturnas.
Allí no recuerdo quienes estábamos concretamente, pero si recuerdo a unos cuántos, algunos de los cuáles, compartirían conmigo el sábado noche (al día siguiente) más aburrido de nuestro primer mes. Esto es así, si hablamos de fiesta como tal, pero la cosa cambia cuando hablo de confianza y novedosa buena compañía, ya que en cuanto a esto, ése fue uno de los sábados más productivos de mis últimos años.

Estando Lourdes y yo, el sábado día 11 de septiembre en Hauptplatz (una de las plazas más importantes y bonitas de Graz) esperando a Juan Carlos, Patricia, Ángel y Sara (nosotros partimos antes, por tener bici), llegaron Iker, Amaia, Hugo, Pablo, Jaime y Vicky. Aunque como ya he dicho nos habíamos conocido la noche anterior, no sería hasta ésta cuando seríamos conscientes de lo a gusto que estábamos juntos.
Nos fuímos a un bar irlandés para ver un partido de fútbol y después compramos cervezas para asistir a la fiesta de no se quién (aquí funciona así) en la residencia de Lourdes y Sara. Al llegar nos encontramos con que la fiesta había acabado o quizás estaba en su momento cumbre, pero con 5 personas, eso ya nunca lo sabremos. La cuestión es que nos subimos al top (en las residencias de la OEADS, llaman así a las habitaciones) de Lourdes y Sara para tomarnos las cervezas que habíamos comprado. Y allí cansados de todo el día, nos sumimos en un letargo de cerveza, frío y risas (una detrás de otra) de un grupo de desconocidos que jugaban a fingir que querían irse de fiesta (sin poder hacerlo, al estilo de " El ángel exterminador" de Buñuel) en vez de quedarse unos acompañados de otros contándose todo lo que les salía por la boca...
Fué sencillo, incluso entrañable diría yo. Allí en aquella terraza con unas mantas echadas y los unos pegados a los otros, recordé uno de los pensamientos que me habían perseguido durante todo el verano, antes de llegar aquí. Era el de, qué estarán haciendo ahora mismo las personas a las que voy a conocer, de dónde serán y quiénes serán, pues de ésto estaba empezando a ser consciente esa noche, como la lluvia que va cayendo poco a poco, de la que no te das cuenta hasta que ya te has empapado.

Tras decidir que ya era hora de irse, nos dispusimos a marcharnos, cada uno para su residencia, siguiendo el mismo camino, puesto que varias de ellas, están muy cerca.

Y así dormimos esa noche, con la esperanza de que algo se estaba formando, de que todo comenzaba a tener sentido y de que quizás serían éstos los amigos, que llevábamos tiempo esperando.

viernes, 1 de octubre de 2010

Al estilo de Lolly Parsons

Algunas ideas abordan nuestra cabeza sin permiso y sin gracia, y ya es tarde para olvidarlas.
El curso de alemán acababa de empezar ese martes por la mañana y aquella noche en el Galliano todos queríamos conocernos. Era un local atestado de gente con energías renovadas, deseando empezar a vivir aquello a lo que algunos llaman "el mejor año de tu vida".
Allí estábamos Juan Carlos y yo junto a Lourdes y Sara, con ganas de todo (yo unas pocas menos, ya que no podía beber esa noche) mirando de un lado a otro, buscando a quienes podríamos conocer del curso.
Y los encontramos, conocimos a Patricia, Ángel, Adrián y Borja.
Es complicado definir a las personas inmediatamente o describirlas cuando aún no se les conoce en muchos aspectos, pero sí que me atrevo a describir lo que yo siento cuando estoy con ellos.
A veces me preguntó si hemos venido juntos desde España o si ya nos hemos conocido antes. Desde esa primera noche nuestra amistad no ha crecido, creció muchísimo en el primer segundo, ya nos reíamos de todo entonces, ya conectábamos entonces. Ahora no son sólo mis colegas, ahora son mis amigos de todo esto. Hay un nexo de unión, una ciudad que compartiremos el resto de nuestra vida y al parecer esto no ha hecho más que empezar.
Por supuesto ahora nos conocemos mucho más, hay una especie de apoyo, de camaradería, un sentimiento que da una cierta seguridad para enfrentarte sólo a las cosas, porque en realidad, aquí al parecer, no harás nada sólo.

Nantes

Aún había y aún habrá, mucha gente que será especial para nosotros, escondida por alguna esquina de esta ciudad.

El resto de la semana sería como el silencio que antecede al estruendo. El viernes día 10 descenderíamos a las profundidades del infierno en forma de residencia de estudiantes y sería allí dónde empezaría a sentirme como un verdadero Erasmus.

Pero eso como siempre, lo contaré cuando tenga un poco de menos resaca.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

No doy la talla haciendo el amor.

Todo el mundo en el fondo, es consciente de sus carencias y yo lo soy mucho de las mías.
Lourdes y Sara fueron un bálsamo para nosotros, nos cayeron genial y en seguida conectamos. Por fin no nos sentíamos solos. Empezamos a contarnos cómo llegamos hasta esta ciudad, qué esperábamos encontrar y que necesitábamos dejar atrás. Por supuesto esto último no surgió en esta primera conversación, pero tampoco mucho después.
No soy el primero que lo dice ni el último que lo dirá, pero aquí todo es muy veloz, tanto como el clima cambia en Graz.
Es como si al ser humano se le concediera el privilegio o el castigo de saber, cuándo y cómo va a morir.
Aquí esto se sabe, sabemos que el tiempo acabará en breve, tenemos una fecha límite. Conscientes de  la ciudad que dejaremos atrás y la gente que se quedará aquí, nos vamos acostumbrando a lo que vaya viniendo.
Pero esto aún es otra historia.

Nos hicimos un buen grupo de 4. Íbamos juntos a descubrir los rincones de la ciudad y entre rincón y rincón nos sorprendió una tormenta en uno de los mejores sitios de Graz, así que nos metimos debajo de un túnel y nos dispusimos a contarnos la vida.

La noche del 5 de septiembre cenamos con un grupo de mejicanos "mu majos" y un par de americanos con voz de emisora de radio, "mu majos" también.

A partir de ese primer fin de semana todo empezó a cambiar. Nos dedicábamos a los papeleos de la Erasmus, íbamos de arriba a abajo y teníamos tanto tiempo para perder, que no hacíamos nada.

El día 7 de septiembre, llegó la primera fiesta Erasmus, en el Galliano, y aquí conoceríamos a los protagonistas de la siguiente historia, pero lo dejaré para la próxima vez que escriba con un poco de menos resaca.

domingo, 26 de septiembre de 2010

La adaptación al medio

Hay lugares del mundo, donde existe la sensación de que todo puede pasar, y éste es uno de ellos.
Me ha costado empezar a escribir, un poco por la pereza y otro por las pocas cosas buenas que me apetecía contar. Pero ahora y tras unos días de la ostia, me dispongo a hacerlo.
La primera sensación o el primer contacto que tuve de este país, era sin duda (tópicos aparte) que aquí son diferentes.
Me subo a mi avión marca Ryanair, Londres - Graz y para mi asombro (y el de nadie más) veo que los asientos business (las puertas de emergencia, en el caso de esta compañía) estan semi vacíos. Este dato no tendría la menor importancia, sino fuera porque me subí el último al avión. En todos los vuelos que he hecho, eso nunca me ha pasado, esas plazas son las que primero se ocupan, al ser más amplias y más confortables). Así que me senté en uno de ellos, y también fué la primera vez que (al igual que al resto de pasajeros que íbamos sentados en esos asientos de emergencia), me dieron indicaciones precisas de como debía actuar en caso de necesitar abrir la puerta.
 Sino fuese por las 8 horas que llevaba deambulando por los aeropuertos europeos, habría llorado de alegría.

La llegada a la ciudad fue deprimente, hacía mucho frío para ser 3 de septiembre. La primera ojeada a lo que sería mi nuevo hogar, estuvo al borde del suicidio y gastaba pasta hasta por mirar directamente a los ojos.
En la residencia, Hafnerriegel, 53, estaba esperándome uno de mis nuevos compañeros Juan Carlos. Al mirarnos y hacerlo también a nuestro alrededor, estábamos diciéndonos lo mismo, "este sitio es una mierda". Pero al abrir la puerta de mi habitación (complicaciones aparte), ví una de las mejores vista que he visto jamás y todo eso desde mi ventana. Tienes la clara sensación de tener un cuadro pintado "vivo". Así que la conclusión fué, mi habitación no es pequeña, mi habitación es todo Graz.

Esa misma tarde la pasamos andando como zombis por todo Ikea, comprando barbaridades que pudieran hacernos sentir un poco más confortables, y lo conseguimos.
Por la noche hice mi primera salida nocturna en la ciudad pero sin nada digno de destacar, más que un local que más adelante ha empezado a ser testigo vivo de como un grupo de colegas se une con el claro y único objetivo de acabar ciegos,al precio que sea, pero eso vendrá más adelante.

Durante mi segundo día en la ciudad, día 4 de septiembre, en una cena homenaje por ser estudiantes internacionales, que nos dimos Juan Carlos y yo en el Mc Donalds, conocimos a Lourdes y Sara.