miércoles, 29 de septiembre de 2010

No doy la talla haciendo el amor.

Todo el mundo en el fondo, es consciente de sus carencias y yo lo soy mucho de las mías.
Lourdes y Sara fueron un bálsamo para nosotros, nos cayeron genial y en seguida conectamos. Por fin no nos sentíamos solos. Empezamos a contarnos cómo llegamos hasta esta ciudad, qué esperábamos encontrar y que necesitábamos dejar atrás. Por supuesto esto último no surgió en esta primera conversación, pero tampoco mucho después.
No soy el primero que lo dice ni el último que lo dirá, pero aquí todo es muy veloz, tanto como el clima cambia en Graz.
Es como si al ser humano se le concediera el privilegio o el castigo de saber, cuándo y cómo va a morir.
Aquí esto se sabe, sabemos que el tiempo acabará en breve, tenemos una fecha límite. Conscientes de  la ciudad que dejaremos atrás y la gente que se quedará aquí, nos vamos acostumbrando a lo que vaya viniendo.
Pero esto aún es otra historia.

Nos hicimos un buen grupo de 4. Íbamos juntos a descubrir los rincones de la ciudad y entre rincón y rincón nos sorprendió una tormenta en uno de los mejores sitios de Graz, así que nos metimos debajo de un túnel y nos dispusimos a contarnos la vida.

La noche del 5 de septiembre cenamos con un grupo de mejicanos "mu majos" y un par de americanos con voz de emisora de radio, "mu majos" también.

A partir de ese primer fin de semana todo empezó a cambiar. Nos dedicábamos a los papeleos de la Erasmus, íbamos de arriba a abajo y teníamos tanto tiempo para perder, que no hacíamos nada.

El día 7 de septiembre, llegó la primera fiesta Erasmus, en el Galliano, y aquí conoceríamos a los protagonistas de la siguiente historia, pero lo dejaré para la próxima vez que escriba con un poco de menos resaca.

domingo, 26 de septiembre de 2010

La adaptación al medio

Hay lugares del mundo, donde existe la sensación de que todo puede pasar, y éste es uno de ellos.
Me ha costado empezar a escribir, un poco por la pereza y otro por las pocas cosas buenas que me apetecía contar. Pero ahora y tras unos días de la ostia, me dispongo a hacerlo.
La primera sensación o el primer contacto que tuve de este país, era sin duda (tópicos aparte) que aquí son diferentes.
Me subo a mi avión marca Ryanair, Londres - Graz y para mi asombro (y el de nadie más) veo que los asientos business (las puertas de emergencia, en el caso de esta compañía) estan semi vacíos. Este dato no tendría la menor importancia, sino fuera porque me subí el último al avión. En todos los vuelos que he hecho, eso nunca me ha pasado, esas plazas son las que primero se ocupan, al ser más amplias y más confortables). Así que me senté en uno de ellos, y también fué la primera vez que (al igual que al resto de pasajeros que íbamos sentados en esos asientos de emergencia), me dieron indicaciones precisas de como debía actuar en caso de necesitar abrir la puerta.
 Sino fuese por las 8 horas que llevaba deambulando por los aeropuertos europeos, habría llorado de alegría.

La llegada a la ciudad fue deprimente, hacía mucho frío para ser 3 de septiembre. La primera ojeada a lo que sería mi nuevo hogar, estuvo al borde del suicidio y gastaba pasta hasta por mirar directamente a los ojos.
En la residencia, Hafnerriegel, 53, estaba esperándome uno de mis nuevos compañeros Juan Carlos. Al mirarnos y hacerlo también a nuestro alrededor, estábamos diciéndonos lo mismo, "este sitio es una mierda". Pero al abrir la puerta de mi habitación (complicaciones aparte), ví una de las mejores vista que he visto jamás y todo eso desde mi ventana. Tienes la clara sensación de tener un cuadro pintado "vivo". Así que la conclusión fué, mi habitación no es pequeña, mi habitación es todo Graz.

Esa misma tarde la pasamos andando como zombis por todo Ikea, comprando barbaridades que pudieran hacernos sentir un poco más confortables, y lo conseguimos.
Por la noche hice mi primera salida nocturna en la ciudad pero sin nada digno de destacar, más que un local que más adelante ha empezado a ser testigo vivo de como un grupo de colegas se une con el claro y único objetivo de acabar ciegos,al precio que sea, pero eso vendrá más adelante.

Durante mi segundo día en la ciudad, día 4 de septiembre, en una cena homenaje por ser estudiantes internacionales, que nos dimos Juan Carlos y yo en el Mc Donalds, conocimos a Lourdes y Sara.